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La importancia de la Familia y Amigos
Por la Amada Madre María
(Tomado de las MEMORIAS DE LA AMADA MARÍA:
Madre de Jesús)
Amados hijos,
vengo a traerles mi amor y gratitud por el profundo interés en la
vida y el esfuerzo a través de la participación de la conciencia
para mostrarles los modos y medios por los cuales vuestros mundos
individuales pueden una vez más ser puestos en orden divino…
Nosotros estamos
en un tiempo secreto y sagrado. Un tiempo cuando Yo
misma, recordando mis propias experiencias,
les sugiero que ponderen estas cosas en el corazón. Rueguen por
ellas, pidan la gracia del propio Ser Crístico para que los ilumine
y sin tensiones, pero esforzándose por ser la mejor célula que
puedan en el lugar señalado.
Yo he pensado
que podría ser un regalo placentero para la vida este año,
esforzarse en registrar algunas de las experiencias hasta ahora
inéditas de nuestra vida en Judea.
Antes de la Gran
Iniciación de nuestro bendito Jesús, solíamos sentarnos en
comparativa privacidad en aquellos pocos momentos que teníamos
algunas veces cuando no había demandas la gente por asistencia.
Hablábamos sobre los modos y medios mediante los cuales podríamos
perpetuar mejor la verdad, preservar la claridad del mensaje de
Jesús y darlo a la posteridad como una ley practicable.
Durante los años
en que vivió mi hijo, me dediqué casi enteramente a sostener el
Divino Concepto Inmaculado para él. No me comprometí en ningún
servicio externo excepto aquellos requeridos por la atención de mi
hogar. Me esforcé en vivir en un estado de constante contemplación
de su divina humanidad, enfatizando su maestría a través de la
presión de mis propios pensamientos y sentimientos concentrados.
Después que el bendito Jesús fue sacado del escenario de la vida,
sentí una doble
responsabilidad en el sostenimiento de este “Concepto Inmaculado”…
Algunas veces,
Jesús y yo solimos sentarnos al atardecer y conversar sobre los
distintos puntos que deberían ser enfatizados a través de su
ministerio. Más de una vez, discutimos sobre la necesidad de pasar a
través de la apariencia de la muerte a fin de probar la inmortalidad
de la vida y que el hombre, mediante su propia conciencia, podría
trascender y dominar una vestimenta que, ante todos los intentos y
apariencias, había perdido su vitalidad.
En el retiro
donde tuvo lugar esta iniciación (por ejemplo en Luxor) es
comparativamente fácil para el iniciado altamente entrenado retirar
los sentidos del contacto con el mundo y suspender la respiración,
de modo que, ante todos los intentos y propósitos, el cuerpo está
“muerto”. Sin embargo realizar este acto concientemente, en medio de
cientos de viciosas e incontroladas conciencias, es una iniciación
de una clase distinta. Pero la conciencia externa es tal que a menos
que la humanidad misma no hubiese
realizado y ejecutado la sentencia de muerte, nunca podría
haber creído que la Resurrección era auténtica y que no era el truco
de un fakir o una manifestación de hipnosis.
Les diré
francamente, ni a Jesús ni a mi misma nos agradaba la necesidad de
que Él tuviera que pasar a través de este gran servicio a la vida.
Cuando Él no pidió que la copa fuese apartada, fue porque ninguno,
ascendido o no ascendido, sabía por cierto que la victoria estaría
asegurada a través de una
demostración pública. Ustedes ven, mediante esa demostración, toda
la maldad del astral y del plano psíquico que se había acumulado
desde la “caída del hombre”, fue
dirigida a través de aquellos individuos encarnados que ellos habían
usado como rehenes. No sólo deben ser consideradas las masas
lastimosas que se abrieron a las fuerzas del mal, sino por lejos a
las más sutiles y poderosas influencias que deseaban destruir la
victoria de esa misión, fue algo que debía ser calculado. Desde el
tiempo en que el primer así llamado “milagro” en Caná, puso el
nombre de Jesús ante la gente, hasta la hora del Gólgota, Yo hice lo
que ustedes llamarían hoy una “Novena Perpetua”.
Pasé horas – en cada moemnto disponible en que no estaba
atendiendo a las necesidades de mantener nuestros cuerpos vivos – en
contemplación y en oración para el cumplimiento de la victoria de la
Resurrección a través de Él.
Aquellos que
estuvieron cerca en aquellos años saben que la misión de Jesús fue
grabada profundamente en los cuerpos etéricos que ustedes llevan, al
igual que las victorias y los milagros registrados al escribir los
libros de la Biblia, los que han sido un modelo para la gente hasta
el día actual. Estos registros tienen que ser revivificados ahora y
puestos de manifiesto como una prueba positiva de sus verdades y su
gran servicio cósmico a la vida.
Sin embargo,
como estábamos más cerca de esa manifestación final, Jesús y yo
decidimos entre nosotros que yo retornaría a Betania. Ustedes ven,
en Betania nosotros conocimos (casi) la única felicidad durante
aquellos días difíciles. Allí conocimos el “hogar”. Conocimos la
dulzura de las flores y la alegría de la amistad que era intocable
por el deseo de beneficio personal. Nosotros solíamos sentarnos allí
y sólo regocijarnos en la Presencia de Dios y el uno del otro…
De ese modo, ese
día en el Calvario, cuando las horas de prueba se cumplieron, Juan y
Yo bajamos esa colina. Recordando la advertencia de nuestro bendito
Jesús, Juan me llevó de regreso a Betania y los otros discípulos se
unieron allí con nosotros, seguidamente después de esa mañana de
Pascua. Allí tuvimos la exquisita asociación mutua en los cuarenta
días que precedieron a la Ascensión, tiempo que nos fue dado por la
Junta Kármica como una concesión de misericordia. La Resurrección
fue un muy pequeño instante. Esto podría haber sido conjurado contra
toda esperanza, pero por cuarenta largos días tuvimos una visita
diaria y la asociación de la presencia mística de Jesús. Algunas
veces tuvimos pocos minutos, otras, pasamos una hora con nuestro
amado y así el Día de la Ascensión no fue una partida tan difícil
como lo fue el Viernes Santo.
¡La historia de
nuestra permanencia en Betania es una relación pacífica y feliz,
porque es sobre un tiempo en el cual Jesús llegó y nos habló, un
tiempo en que nosotros registramos muchas verdades, un tiempo en el
que Pedro, Santiago y Juan escribieron los Evangelios que permanecen
ocultos hasta el día de hoy! Estos aparecerán un día como las
místicas e internas enseñanzas del Cristo. Aquellos que amaban a mi
hijo eligieron encarnar sus enseñanzas en aprender los vericuetos de
la sanación mística. Este fue un tiempo en que las edades aún no
nacidas fueron expuestas ante nosotros, desde el libre corazón y el
espíritu de Uno a quien nosotros llamamos Maestro y Amigo. Betania
siempre tendrá un lugar en mi corazón y en los corazones de todos
quienes fueron una parte de lo que allí aconteció.
Gracias y Dios los bendiga.